La historia del Korfball
A
principios del siglo XX, Nico Broekhuysen, un profesor que vivía en Amsterdam
en los Países Bajos, asistió a un seminario de verano sobre educación física
que se celebró en Suecia. Durante los descansos de tal curso, se percató que
los hombres y las mujeres jugaban juntos a un juego que le denominaban balón-aro
(ringball), un juego sencillo, del tipo de baloncesto, en el que el objetivo
era conseguir un tanto mediante el lanzamiento del balón a través de un aro o
anillo fijado a un poste de 3 metros de altura.
Lo
que sobre todo llamó la atención a Broekhuysen fue el hecho de que el juego se
presentaba como una actividad mixta donde participaban en igual de condiciones
los hombres y las mujeres, y por eso lo hizo conocer a sus alumnos cuando
regresó a los Países Bajos.
Paulatinamente
el juego alcanzó popularidad. Aunque el juego original no parecía tener reglas
escritas, pronto se hizo evidente que hacía falta algún tipo de reglamentación.
Como resultado, Broekhuysen escribió sus propias reglas y reglamento. Esto,
junto con varias modificaciones, que incluían utilizar un cesto (en holandés
KORF) en lugar del tradicional aro, para poder juzgar mejor los tantos, tuvo
como resultado un nuevo juego con carácter propio: el korfball.
Después
de ser demostrado por primera vez en 1902, el juego se hizo tan popular que ya
en 1903 un gran número de clubes de korfball organizaron una Asociación
Nacional de Korfball para regular las competiciones de liga.
La
presentación internacional del korfball tuvo lugar durante los Juegos Olímpicos
de 1920 celebrados en Bruselas, Bélgica. Aunque dicha presentación tuvo como
resultado la formación de la Asociación Belga de korfball, la aceptación
internacional iba despacio hasta después de la Segunda Guerra Mundial.
Las
causas de este lento desarrollo pueden haber sido la tradicional separación de
hombres y mujeres en las actividades deportivas competitivas. Desde la Segunda
Guerra Mundial existen dos factores que pueden explicar la popularidad cada vez
mayor del korfball en el contexto deportivo internacional: la introducción
universal del baloncesto americano (deporte apenas conocido en Europa y otros
continentes antes de la doctrinación realizada por las fuerzas armadas
americanas) y el hecho de que la reconstrucción de la postguerra incluyese el
establecimiento de muchas instalaciones deportivas cubiertas.
El
korfball, que anteriormente se jugaba en un campo similar al del fútbol, ahora
tenía que adaptarse a dimensiones parecidas a las de una cancha de baloncesto. El
área de juego, ahora más reducida, sugirió una reducción del número de
divisiones de tres a dos, y la limitación de los jugadores a un equipo de 8 en
vez de 12. Como resultado, el ritmo del juego se aceleró y el número total de
tantos marcados en un partido también aumentó.
Hoy
en día el korfball se practica activamente en todas las partes del mundo: desde
Australia hasta Francia, desde la India hasta Israel y desde Taiwan hasta los
Estados Unidos. Recientes demostraciones en los países del este han suscitado
gran interés, y se espera que el korfball pronto será un deporte verdaderamente
universal.
Historia de Korfball en
España
En
España el korfball llegó en 1969 por Andalucía, concretamente en Marbella, se
extendió por otras comunidades como la de Madrid, Baleares (1973), Asturias (1976)
y Cataluña (1980), aunque sólo en Cataluña se ha conseguido implantarlo al
nivel de competición.
En
Cataluña pronto se empezó a expandir este nuevo deporte. En 1980 y gracias a un
curso para monitores nacieron los dos primeros colegios que practicaron el
korfball: Liceo Egara y Pedro Viver, ambos de Terrassa de la mano de dos
pioneros, Manuel Iborra y Juan José Zurita. A la sazón, Manuel Iborra era
director del colegio Liceo Egara de Tarrasa, y encontró en el korfball una
actividad deportiva ideal para los alumnos y alumnas de aquel colegio mixto,
pues aunaba la condición de deporte colectivo y mixto, favoreciendo la
integración y el trabajo en equipo de ambos sexos en igualdad de condiciones.
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